A los 26 fue que descubrí ésa nueva experiencia. No, no la de tener sexo sino de tener una "one night stand" en esta nueva modalidad. En mi experiencia y de varias amigas, conocidas y amigas de amigas, estoy segurisima que se puede empezar una relación a partir de sexo casual, es raro pero de que se puede se puede. Así que aprendí a difereciar entre tener sexo con un chico en la primera cita, y tener sexo con un chico que acabo de conocer.
Él primero chico, literal, fue un chico chico porque era menor que yo. Había tenido un acercamiento "profesional" con él hacía mas de un año, pero al parecer deje huella en él (rayita más para mi ego) porque se acordó de mi. Me invito a un after (sí, fue ésas noches que no quiero que se acaben y termino buscando el muchas veces decepcionante after). El chico me pareció lindo y cogible, por supuesto. Terminamos en mi casa a las seis de la mañana y sí, tuvimos sexo, Al día siguiente o mas bien a las pocas horas desayunamos, volvimos a la cama, me abrazó por la espalda, me contó de su familia y sus rollos mentales, tuvimos una siesta de cucharita, vimos una película y después lo acerqué a su casa.
Me pareció algo muy extraño, porque no sólo había tenido sexo casual con un chico que había visto dos veces en mi vida, que sumaban un total de menos de 12 horas juntos, sino que había pasado algo de intimidad, sí, intimidad era lo que había sido, me pregunté. Y sí. Tuve la sensación de haber tenido como la mitad de algo, de haberme quedado en medio del camino. Nunca más supe nada de él, salvo un par de mensajitos sin mayor futuro.
Durante un tiempo pensé que cosa tan más chistosa, porque de verdad me había sentido acompada ése domingo. Al poco tiempo se volvió a repetir una situación casi igual y entonces fue que me empecé a confundir por completo. Dónde había quedado el sexo de una noche, en el que después como dice el dicho, cada quien para su casa, o a la mañana siguiente tempranito uno se despedide con un "gracias, la pase muy bien".
Al compartir emperiencias con otras amigas, principalmente pero también alguno que otro amigo me dí cuenta que es algo bastante común. Y entonces me preguntó, ¿Será que nuestras necesidades afectivas han crecido o sólo es que ahora nos atrevemos a pedirlas o generarlas de manera más clara?. Y entonces hemos logrado juntar sexo con afecto, tenerlo en una sola noche-mañana-tarde y después despedirnos de el. O tal vez ya nos hemos habituado bastante bien a lo efímero y líquido que tan de moda esta ahora. Y entonces podemos llamar a estas aventuras: sexo y amor efímero.
UN LUGAR LLAMADO MAGENTA
20 ene 2014
20 sept 2013
Verde, verde y más verde
La envidio porque:
Te besa cuando quiere, puede sentir tus labios y jugar con tu lengua.
Se impregna de tu olor, y la acompaña durante todo el día.
Le haces reir todos los días, y cruza miradas complices.
Te abraza cuando le place, y puede sentir la fuerza de tus brazos.
Duerme todas las noches a tu lado, comparte ese momento de gran intimidad.
Se acurruca en tu pecho y ve películas y series desde la cama.
Brinda al tomar cerveza contigo en un bar, escuchando música mientras bailan.
La envidio por todas esas cosas y aunque sé que seguro te ama yo no puedo dejar de pensar qué en mis calculos salió mal, para que tu estés allá con ella y yo acá sin ti.
10 sept 2013
Faltara Poco
Nuestros recuerdos han inspirado ya dos cuentos cortos. Dime, ¿Cuántos más hasta que te vuelvas una memoria borrosa? ¿Cuántos?...
25 ago 2013
LA PAJARERA
La
primera mañana que vi eso sobre mi cama, del lado donde yo duermo no lo podía
creer, es casi imposible de explicar
aunque al principio encontré muchas posibilidades, inverosímiles y sin sentido,
pero explicaciones al fin. Ahora me he
resignado a aceptar que está relacionado a lo que ocurrió por el mes de Mayo,
lo recuerdo porque fue el día que por trabajo me mandaron cerca de Tierra
Blanca, a una de las tantas rancherías donde parece que el tiempo no pasa. Lo
peor es que sé que me espera algo terrible, y es sólo cosa de esperar.
Llegué
pasado medio día después de casi seis horas de camino, porque por esos lugares
los caminos se hacen al pasar. Desde hace rato que la tripa se me había hecho
nudo y aunque ya salivaba como perro por las enchiladas de doña Sara decidí
pararme en ésa fonda que otras veces había visto, pero vaya saber por qué nunca
había llegado.
Al
entrar noté que había una decena de jaulas con pájaros bastante curiosos, sobre
todo por sus colores azulados con pinceladas de ébano, todos tenían el pico
color rojo y parecía que eran mudos porque ninguno trino en todo el rato que
estuve ahí. Había al menos unas diez mujeres viviendo ahí, no a todas las vi
claramente es más ni siquiera podría describir a detalle a ninguna, lo que sí
es que todas vestían faldones obscuros. Podría decir que eran más o menos
jóvenes, no pasaban los veinticinco años.
Me
senté en la mesa que me pareció llegaba más luz, porque sí algo me molesta es
comer casi a tientas, y en ésa casa parecía que se cobraba por cada rayo sol
que entraba. Se acercó una muchacha y me trajo un vaso grande de agua de limón
con hielos que refrescó mi garganta y despertó mis papilas con su acidez. Empecé
a repasar todas las diligencias que tenía que hacer para ése día, cuando sin
darme cuenta otra muchacha ponía sobre la mesa una servilleta con tortillas y
una salsa verde de molcajete. Los escasos rayos que se colaban por entre los
cristales opacos, iluminaban todo con un color ámbar; los pájaros parecían
estatuas inmóviles en sus jaulas, imposibilitados siquiera de estirar un poco
las alas. Se me sirvió el plato principal, pollo con mole acompañado de arroz
rojo, intenté saborear cada bocado pero sentía miradas que nunca pude
encontrar.
Impaciente
por salir de ahí, esperaba el postre, que una mujer de rasgos duros y manos
cuarteadas de trabajar, me había prometido apenas hacía unos minutos, con una
voz ausente de cualquier emoción. Al escuchar su voz del fondo de la cocina
sentí que un frío me subía por todo el espinazo, pero me dije a mí mismo que me
dejara de mariconadas, al final qué podían hacerme un par de mujeres. Me
levanté de mi asiento sudando frío y con la comida ya revuelta en mí estomago, sentí
unas ganas terribles de vomitar.
-¿Ya
se va? - Preguntó la mujer al tiempo que se acercaba hacía mi mesa, con un
caminar calmado meneando su cadera de un lado a otro que hacía ver su cintura
aún más fina.
-Sí,
¿Cuánto le debo?- Dije con voz tímida
-
Cuarenta pesos, y lo que le quiera dejar a las muchachas.- Su cara era
atractiva, la enmarcaban unos llamativos ojos grandes color miel, que no
reflejaban nada, una sensación de fatalidad invadió cada espacio de mi ser; sus
labios pintados de rojo me hicieron acordar a los picos de esos pájaros mudos.
Le
extendí un billete de cincuenta y el tacto frío de su mano me hizo revolver aún
más el estómago. Me ofreció un poco de café de olla pero me negué alegando que
ya tenía que estar en otro lado y con esos labios carmín me sonrió como
sabiendo que no era cierto, me sentí de pronto como un libro abierto cuyas
páginas están siendo expuestas a un par de ojos que atraviesan como cuchillos.
Miles de imágenes se fueron agolpando en mi cabeza desde que era un niño hasta
terminar con la cara de mi mujer y mis dos hijos. Salí del lugar sintiendo un
peso sobre mis hombros, era un malestar casi indescriptible, me dolía todo al
mismo tiempo que nada.
Durante
varios días pareció que perdí la facultad de hablar, y aún ahora a veces me
parece que pasan varios días sin que ningún sonido salga de mi boca. Regresé de
nuevo a ése rancho pero nunca pude dar de nuevo con esa fonda, aunque pregunté
y pregunté dando seña y santo del lugar nadie sabía decirme nada. Y entonces
hace un par de semanas que una pluma de pájaro negra azulada, aparece justo
debajo de donde duermo, pareciera que se desprende de mí.
18 ago 2013
Lo ambiguo
Y lo más difícil no fue escucharte diciendo que tenías que reflexionar lo que sentías por mí, como si la atracción fuera algo racional que se pudiera seccionar y analizar con el cerebro, era elegir entre un No o un Beso. Lo complicado fue tomar los vuelos de mi vestido largo, pisar el cemento con mis tacones de diez centímetros y cerrar la puerta de tu coche, con toda mi vergüenza y vulnerabilidad a cuestas. Éso fue lo verdaderamente jodido.
4 ago 2013
Renuncia
- ¿Qué dejé por ti?, me preguntas con tu tono de reclamo. Esperando que mi respuesta te dé por fin la excusa para dejarme.
- Todo, ¡Absolutamente todo!, te contestó, mientras acarició tu pecho desnudo con mis piernas anudadas a las tuyas.
- Y te quedas.
- Todo, ¡Absolutamente todo!, te contestó, mientras acarició tu pecho desnudo con mis piernas anudadas a las tuyas.
- Y te quedas.
1 ago 2013
Felino
Te miré directo a los ojos verde-miel y te pregunté
- Así que te gustan las mujeres desapegadas, ¿eh?
- Asentiste, con una casi sonrisa en tus labios delgados.
- Perfecto, entonces renunciaré a toda necesidad de apego, por ti. Te dije.
- Así que te gustan las mujeres desapegadas, ¿eh?
- Asentiste, con una casi sonrisa en tus labios delgados.
- Perfecto, entonces renunciaré a toda necesidad de apego, por ti. Te dije.
23 jul 2013
ALICANTE POR SIEMPRE
Fue
en el mes de Mayo cuando tus ojos tropezaron con los míos, el día que los
conocí fue el mismo que me perdí a mi misma. Tenía dieciocho años y ya estaba
en búsqueda de marido porque mi útero comenzaba a palpitar, ansioso de albergar
alguna criatura. No te voy a mentir, pensé que tendría un casamiento arreglado
con algún muchacho sencillo que me ofreciera un futuro modesto, alguien con
quien envejecer tranquilamente. Sin embargo, en el cielo ya se había trazado
algo muy distinto.
Atravesaste
el salón seguro de ti mismo, tomaste mi mano y sentí tu tacto áspero con olor a
tintas; me arrastraste al centro del baile. Tus pasos y los míos se volvieron
uno, podía sentir tu aliento en mi oreja y la verdad estabas más cerca de mí que lo permitido por
la moral en esos días, tanto que pude sentir tu sexo ensanchándose en mi muslo.
Era la primera vez que tenía un contacto así, las piernas me temblaban y sino
fuera por lo fuerte que me sujetabas seguramente me hubiera ido de bruces hasta
el suelo. Al terminar la canción, me soltaste rápidamente, inclinaste la cabeza
y rozaste con tus labios mi mejilla susurrando un gracias mientras te alejabas,
dejándome apenas con el tiempo suficiente
para recuperar el equilibrio. Yo me quedé con ganas de más, ése fue el
problema, yo siempre quise más de ti y tú te diste muy poco.
No
tarde en saber quién eras, las muchas mujeres que habían pasado por tus
sábanas, eras un artista y yo ignorante de tu profesión no entendí a qué se
refería la palabra; los años me fueron enseñando que eras la pasión, el extremo
de fusión y lejanía, inestabilidad, capricho e insolencia, pero así y todo te
amé con cada una de mis células, tejidos, músculos y sentidos. Te busqué hasta
encontrarte y entonces me vendí como la mejor de las mujeres, aquélla que estaría
siempre para ti respetando tus espacios sin ningún reclamo, tú me creíste y te
juró que yo también.
Comenzaste
a visitarme cada sábado con el permiso de mis padres pero poco a poco aprendí a
mentirles para poder pasar más tiempo en
tu compañía. Todas las noches se convirtieron en visitas al bar, ésa pocilga,
dónde tú y otros virtuosos se reunían para hablar del comunismo y otras
barbaridades que aunque entendía me parecían nimiedades. El olor a puro teñía
mis ropas mareándome hasta el punto donde lo único que me interesaba era mirar
tus ojos enmarcados con gruesos lentes; y escuchar el sonido que salía de tus
labios delgados pero perfectamente delineados. Cuando la velada me parecía
insoportable y el lugar se encontraba
casi desierto, me colgaba a tu cuello, entonces
tú me decías, ¡Quieta niña! y yo te suplicaba que nos fuéramos a estar
solos, a comunicarnos a través del alma. Te despedías solemne de tus colegas
envueltos en sus trajes de artistas y nos íbamos.
Al
llegar a casa me veía al espejo y no me reconocía, porque tú mirada le dio
nombre de atributos a todo lo que me conformaba como mujer. Mis ojos me
parecieron de pronto profundos y llenos de luz, mi piel tersa y suave, mis pechos redondos y
voluptuosos, mi cintura estrecha; todo
mi cuerpo se fue despertando para recibirte.
A nuestra boda sólo fueron unos cuantos. Todos
pensaban que estaba loca por querer atar lo que es libre por naturaleza. A mí
no me importo renunciar a mi familia por ti. Mi madre lloró desconsolada
mientras nos prometíamos como marido y mujer. La noche de bodas llevaste una
botella de vino, tomaste un trago y lo vertiste directamente sobre mi boca, y
me pediste que hiciera lo mismo. Comenzaste a besarme e impregnar con olor a
madera vieja, frutos rojos y alcohol todo mi ser. Sentí un ligero ardor cuando
depositaste un poco de aquello sobre mi sexo y comenzaste a saborearlo y
degustarlo con calma y ansias. Exhaustos de ése intercambio de amor y comunión
quedamos dormidos sobre sábanas húmedas.
El
idílico amor duró poco más de tres años, cuando tus ausencias comenzaron a
hacerse más frecuentes. Para entonces me habías convertido en madre en dos
ocasiones, pero dentro de mí sabía que yo sólo vivía para ti, y tú para tu
arte. Durante el siguiente par de años tú alejamiento creció, entonces yo me
volví loca e intenté cualquier cosa para recuperar tu mirada: escenas de celos,
amenazaba con quitarme la vida, con quitártela, con no dejarte ver nunca más a
tus hijos que eran tu adoración, pero a cambio sólo recibí tu mirada burlona. Tardé
mucho en aceptar que te habías enamorado de nuevo, tu corazón ya no me
pertenecía. Había sido tolerante a tus muchos encuentros casuales pero éste era
diferente. Me supe derrotada y no encontré ninguna otra razón para seguir. Una
mañana desperté en una cama vacía donde no quedaba rastro de ningún ardor
entonces tomé a los niños y me subí al primer tren que me llevara a Alicante
donde el mar inmenso y la paz infinita nos esperaban.
Bajamos
del tren y caminamos directo hacia la costa, al llegar pude sentir el agua
rozando mis pies, tobillos y rodillas. Los niños daban brincos agarrados
fuertemente de mi mano, jugaban con las olas. Lo único que me consolaba
mientras el gigantesco azul iba envolviéndonos con sus aguas frías hasta
tragarnos para siempre fue saber que el dolor de perder a tus hijos te calaría
en cada uno de tus huesos.
1 jul 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)