25 ago 2013

LA PAJARERA


La primera mañana que vi eso sobre mi cama, del lado donde yo duermo no lo podía creer,  es casi imposible de explicar aunque al principio encontré muchas posibilidades, inverosímiles y sin sentido, pero explicaciones al fin.  Ahora me he resignado a aceptar que está relacionado a lo que ocurrió por el mes de Mayo, lo recuerdo porque fue el día que por trabajo me mandaron cerca de Tierra Blanca, a una de las tantas rancherías donde parece que el tiempo no pasa. Lo peor es que sé que me espera algo terrible, y es sólo cosa de esperar.

Llegué pasado medio día después de casi seis horas de camino, porque por esos lugares los caminos se hacen al pasar. Desde hace rato que la tripa se me había hecho nudo y aunque ya salivaba como perro por las enchiladas de doña Sara decidí pararme en ésa fonda que otras veces había visto, pero vaya saber por qué nunca había llegado. 

Al entrar noté que había una decena de jaulas con pájaros bastante curiosos, sobre todo por sus colores azulados con pinceladas de ébano, todos tenían el pico color rojo y parecía que eran mudos porque ninguno trino en todo el rato que estuve ahí. Había al menos unas diez mujeres viviendo ahí, no a todas las vi claramente es más ni siquiera podría describir a detalle a ninguna, lo que sí es que todas vestían faldones obscuros. Podría decir que eran más o menos jóvenes, no pasaban los veinticinco años.

Me senté en la mesa que me pareció llegaba más luz, porque sí algo me molesta es comer casi a tientas, y en ésa casa parecía que se cobraba por cada rayo sol que entraba. Se acercó una muchacha y me trajo un vaso grande de agua de limón con hielos que refrescó mi garganta y despertó mis papilas con su acidez. Empecé a repasar todas las diligencias que tenía que hacer para ése día, cuando sin darme cuenta otra muchacha ponía sobre la mesa una servilleta con tortillas y una salsa verde de molcajete. Los escasos rayos que se colaban por entre los cristales opacos, iluminaban todo con un color ámbar; los pájaros parecían estatuas inmóviles en sus jaulas, imposibilitados siquiera de estirar un poco las alas. Se me sirvió el plato principal, pollo con mole acompañado de arroz rojo, intenté saborear cada bocado pero sentía miradas que nunca pude encontrar.

Impaciente por salir de ahí, esperaba el postre, que una mujer de rasgos duros y manos cuarteadas de trabajar, me había prometido apenas hacía unos minutos, con una voz ausente de cualquier emoción. Al escuchar su voz del fondo de la cocina sentí que un frío me subía por todo el espinazo, pero me dije a mí mismo que me dejara de mariconadas, al final qué podían hacerme un par de mujeres. Me levanté de mi asiento sudando frío y con la comida ya revuelta en mí estomago, sentí unas ganas terribles de vomitar.
-¿Ya se va? - Preguntó la mujer al tiempo que se acercaba hacía mi mesa, con un caminar calmado meneando su cadera de un lado a otro que hacía ver su cintura aún más fina.
-Sí, ¿Cuánto le debo?- Dije con voz tímida
- Cuarenta pesos, y lo que le quiera dejar a las muchachas.- Su cara era atractiva, la enmarcaban unos llamativos ojos grandes color miel, que no reflejaban nada, una sensación de fatalidad invadió cada espacio de mi ser; sus labios pintados de rojo me hicieron acordar a los picos de esos pájaros mudos.

Le extendí un billete de cincuenta y el tacto frío de su mano me hizo revolver aún más el estómago. Me ofreció un poco de café de olla pero me negué alegando que ya tenía que estar en otro lado y con esos labios carmín me sonrió como sabiendo que no era cierto, me sentí de pronto como un libro abierto cuyas páginas están siendo expuestas a un par de ojos que atraviesan como cuchillos. Miles de imágenes se fueron agolpando en mi cabeza desde que era un niño hasta terminar con la cara de mi mujer y mis dos hijos. Salí del lugar sintiendo un peso sobre mis hombros, era un malestar casi indescriptible, me dolía todo al mismo tiempo que nada.


Durante varios días pareció que perdí la facultad de hablar, y aún ahora a veces me parece que pasan varios días sin que ningún sonido salga de mi boca. Regresé de nuevo a ése rancho pero nunca pude dar de nuevo con esa fonda, aunque pregunté y pregunté dando seña y santo del lugar nadie sabía decirme nada. Y entonces hace un par de semanas que una pluma de pájaro negra azulada, aparece justo debajo de donde duermo, pareciera que se desprende de mí. 

No hay comentarios: