30 nov 2012

¿CONOCES A LOLA?



Mi vista comenzó a nublarse por los puntitos de color negro que fueron apareciendo hasta dejar todo en algo más obscuro que la tiniebla misma. Poco a poco escuché el sonido seco que golpeaba la puerta del departamento. al tiempo que observaba mis manos y mi ropa teñida de un color rojo oscuro. Recuerdo los gritos, arañazos, golpes y finalmente la vi, ésa piedra pisapapel que permanece inerte en el suelo, haciendo silencio para que nadie note que fue ella quien dio el golpe de gracia, poniendo su cara más inocente.

A Lola, de nombre completo Dolores en honor a su abuela materna, la conocía desde hace quince años. Era mi mejor amiga y también mi mejor enemiga. Nos conocimos cuando las dos teníamos siete años. Recuerdo que lo primero que me dijo fue: ¿Por qué tienes los cachetes tan grandotes? y después agregó ¿A poco no te han comprado la nueva Barbie doctora? Sin maldad, sólo estaba siendo Lola. -¿Cómo nos hicimos amigas?- me pregunta el oficial. Pues ni yo misma lo sé, supongo que fue por todas las tardes que pasamos jugando en su casa o la mía, solo 2 rejas nos separaban. Vivíamos en una colonia de clase media que soñaba con ser de la alta, en donde los papás salían trajeados desde muy temprano y las mamás se quedaban en casa.

Todas las niñas del salón la invitaban a comer los viernes para  jugar a armar casitas de las Barbies. Ella siempre iba con la niña que tuviera más juguetes y con la mamá que cocinara más rico. Yo también tenía amigas, pero nunca tantas como Lola. Las monjas del colegio muchas veces la invitaban a desayunar con ellas, porque era una niña ¡tan bonita y tan güerita!, decían.

La mamá de Lola siempre hablaba de los viajes y fiestas que había hecho de joven, y por esa razón cuando Lola cumplió los quince se gastaron todos los ahorros en una fiesta elegante y a la vez cargada de detalles, que dieran cuenta de que Lola era de buena familia y llegado el momento se iba casar con un “niño bien”. Además de la fiesta sus abuelos maternos le regalaron un viaje a Europa en el verano. Al entrar a la escuela, no se habló de nada más que Lola en la Torre Eiffel, Lola en el Arco del Triunfo, Lola en el Coliseo Romano, Lola en el Gran Canal, Lola en el muro de Berlín, Lola, Lola, Lola. Yo también tuve fiesta de 15 y un viaje a Walt Disney Florida, que no le llegó ni a la mitad a los festejos de Lola.

Algo que Lola heredó de su madre fue su buen cuerpo.  Tenía un escote seductor sin ser provocador, una cintura pequeña y curvas que todos volteaban a ver. Muchas veces me descubrí a mi misma mirándola por las mañanas, mientras desayunábamos juntas, me gustaba ver sus piernas desnudas sin un centímetro de celulitis y sus senos transparentándose por su pijama. Lola tuvo varios novios en la secundaria y la preparatoria, pero creo que jamás se enamoró de ninguno. Cada vez que me gustaba alguno y empezábamos a hablar siempre terminaba interesado más por Lola que por mí, y era a ella a quien le pedían el teléfono.

Al terminar la prepa decidimos estudiar juntas, y nuestro plan fue estudiar fuera. Yo estudié bioquímica y Lola arquitectura. Nuestros papás nos dejaron instaladas en lo que sería nuestro departamento, después de mucho convencerlos de que seríamos responsables y cuidadosas pero que no nos llevaran a una casa de huéspedes.

En el primer año de la Universidad nos pusimos nuestra primera borrachera en serio, fumamos nuestro primer porro y tuvimos sexo por primera vez. Yo lo hice porque creía que estaba enamorada y Lola por curiosidad. Lola tuvo muchas más parejas que yo, y siempre le tocaban juniors que tenían coche y le pagaban todo. Cuando salíamos a mí también me invitaban, pero únicamente para que Lola se quedará más tiempo y no nos fuéramos temprano.

En el último semestre de la universidad Lola conoció a Marcos, un niño bonito del TEC. A los 3 meses ya se querían casar y estaban locamente enamorados, o bueno él estaba locamente enamorado. Lola sólo cumplía con el requisito que desde niña supo que tenía si quería llevar la fiesta en paz con su mamá.

Durante seis meses no existió otra cosa más que la boda, respirábamos, comíamos y cagábamos boda. El departamento era un campo de batalla de muestras de tela, invitaciones, flores, arreglos, y demás pendejadas.

-¿Qué sentimientos tenía hacia la occisa?- Pregunta el oficial. Supongo que tendría que decir celos, y ¿Qué desde cuando los comencé a sentir? pues tal vez desde que la conocí. Ése día creo que me convertí en una sombra que nunca pedí ser y que jamás se iluminó. No soy ninguna víctima, yo muchas veces elegí estar allí, pero es que nunca podía decirle no.

Ésa mañana nos vimos después de casi tres meses, meses maravillosos para mí porque comenzaba a desaparecer ésa cosa innombrable atorada en el pecho. Lola me llamó y quedó de ir a desayunar a mi departamento. Yo estaba bastante ocupada por terminar la tesis pero de nuevo la sensación de no poderle decir que no. Le sugerí vernos en un café a la vuelta de mi casa, pero insistió ¡tan terca como siempre! que mejor en mi depa, así podíamos echar el chisme más a gusto ¡Que diferente historia si hubiera aceptado ir al café!

Llegó dos horas más tarde y comenzó a hablar de lo maravillosa que fue la luna de miel. Habían ido a un crucero de lujo por Europa que los papás de Marcos habían pagado.  Volver a la Torre Eiffel fue lo mejor del mundo. -Porque no fue lo mismo conocerla en un viaje de quinceañera que colgada del brazo de tu marido.- Me dijo. Las fotos eran espectaculares, dignas para estar en la portada de la revista Quién.

Al terminar la milésima anécdota hizo una pausa y tomó un sorbo de café mientras hacía una mueca que probablemente era un intento de sonrisa, y antes de que comenzara a contar la siguiente sentí como si el botón que regula la olla express saliera disparado. No podía seguir escuchando otra historia de la maravillosa vida de Lola, tenía que parar ésa tortura. La sangre me subió como lava ardiendo, las manos parecieron cobrar vida propia y mi cerebro se inundó de una ola gigante, donde la razón quedo sumergida por el odio.

Salté por encima de la mesa, y comencé a jalarle su corte de 600 pesos, la empujé varias veces contra la mesa, el sillón y luego la pared. Las dos gritábamos como locas, y de repente un golpe. Luego llegaron enfilados los puntitos negros hasta quedar en negro total. 

1 comentario:

la mis dijo...

Alguien debió decirle: Corre, Lola, corre.