Mi vista comenzó a nublarse por los puntitos de color negro que
fueron apareciendo hasta dejar todo en algo más obscuro que la tiniebla misma.
Poco a poco escuché el sonido seco que golpeaba la puerta del departamento. al
tiempo que observaba mis manos y mi ropa teñida de un color rojo oscuro. Recuerdo
los gritos, arañazos, golpes y finalmente la vi, ésa piedra pisapapel que permanece
inerte en el suelo, haciendo silencio para que nadie note que fue ella quien
dio el golpe de gracia, poniendo su cara más inocente.
A Lola, de nombre completo Dolores en honor a su abuela
materna, la conocía desde hace quince años. Era mi mejor amiga y también mi
mejor enemiga. Nos conocimos cuando las dos teníamos siete años. Recuerdo que
lo primero que me dijo fue: ¿Por qué tienes los cachetes tan grandotes? y
después agregó ¿A poco no te han comprado la nueva Barbie doctora? Sin maldad, sólo
estaba siendo Lola. -¿Cómo nos hicimos amigas?- me pregunta el oficial. Pues ni
yo misma lo sé, supongo que fue por todas las tardes que pasamos jugando en su
casa o la mía, solo 2 rejas nos separaban. Vivíamos en una colonia de clase
media que soñaba con ser de la alta, en donde los papás salían trajeados desde
muy temprano y las mamás se quedaban en casa.
Todas las niñas del salón la invitaban a comer los viernes para
jugar a armar casitas de las Barbies.
Ella siempre iba con la niña que tuviera más juguetes y con la mamá que
cocinara más rico. Yo también tenía amigas, pero nunca tantas como Lola. Las
monjas del colegio muchas veces la invitaban a desayunar con ellas, porque era
una niña ¡tan bonita y tan güerita!, decían.
La mamá de Lola siempre hablaba de los viajes y fiestas que
había hecho de joven, y por esa razón cuando Lola cumplió los quince se
gastaron todos los ahorros en una fiesta elegante y a la vez cargada de
detalles, que dieran cuenta de que Lola era de buena familia y llegado el momento
se iba casar con un “niño bien”. Además de la fiesta sus abuelos maternos le
regalaron un viaje a Europa en el verano. Al entrar a la escuela, no se habló
de nada más que Lola en la Torre Eiffel, Lola en el Arco del Triunfo, Lola en
el Coliseo Romano, Lola en el Gran Canal, Lola en el muro de Berlín, Lola,
Lola, Lola. Yo también tuve fiesta de 15 y un viaje a Walt Disney Florida, que no
le llegó ni a la mitad a los festejos de Lola.
Algo que Lola heredó de su madre fue su buen cuerpo. Tenía un escote seductor sin ser provocador,
una cintura pequeña y curvas que todos volteaban a ver. Muchas veces me
descubrí a mi misma mirándola por las mañanas, mientras desayunábamos juntas,
me gustaba ver sus piernas desnudas sin un centímetro de celulitis y sus senos
transparentándose por su pijama. Lola tuvo varios novios en la secundaria y la
preparatoria, pero creo que jamás se enamoró de ninguno. Cada vez que me
gustaba alguno y empezábamos a hablar siempre terminaba interesado más por Lola
que por mí, y era a ella a quien le pedían el teléfono.
Al terminar la prepa decidimos estudiar juntas, y nuestro
plan fue estudiar fuera. Yo estudié bioquímica y Lola arquitectura. Nuestros
papás nos dejaron instaladas en lo que sería nuestro departamento, después de
mucho convencerlos de que seríamos responsables y cuidadosas pero que no nos
llevaran a una casa de huéspedes.
En el primer año de la Universidad nos pusimos nuestra
primera borrachera en serio, fumamos nuestro primer porro y tuvimos sexo por primera
vez. Yo lo hice porque creía que estaba enamorada y Lola por curiosidad. Lola
tuvo muchas más parejas que yo, y siempre le tocaban juniors que tenían coche y
le pagaban todo. Cuando salíamos a mí también me
invitaban, pero únicamente para que Lola se quedará más tiempo y no nos fuéramos
temprano.
En el último semestre de la universidad Lola conoció a
Marcos, un niño bonito del TEC. A los 3 meses ya se querían casar y estaban
locamente enamorados, o bueno él estaba locamente enamorado. Lola sólo cumplía
con el requisito que desde niña supo que tenía si quería llevar la fiesta en
paz con su mamá.
Durante seis meses no existió otra cosa más que la boda,
respirábamos, comíamos y cagábamos boda. El departamento era un campo de
batalla de muestras de tela, invitaciones, flores, arreglos, y demás
pendejadas.
-¿Qué sentimientos tenía hacia la occisa?- Pregunta el
oficial. Supongo que tendría que decir celos, y ¿Qué desde cuando los comencé a
sentir? pues tal vez desde que la conocí. Ése día creo que me convertí en una
sombra que nunca pedí ser y que jamás se iluminó. No soy ninguna víctima, yo
muchas veces elegí estar allí, pero es que nunca podía decirle no.
Ésa mañana nos vimos después de casi tres meses, meses
maravillosos para mí porque comenzaba a desaparecer ésa cosa innombrable atorada
en el pecho. Lola me llamó y quedó de ir a desayunar a mi departamento. Yo
estaba bastante ocupada por terminar la tesis pero de nuevo la sensación de no
poderle decir que no. Le sugerí vernos en un café a la vuelta de mi casa, pero
insistió ¡tan terca como siempre! que mejor en mi depa, así podíamos echar el
chisme más a gusto ¡Que diferente historia si hubiera aceptado ir al café!
Llegó dos horas más tarde y comenzó a hablar de lo maravillosa
que fue la luna de miel. Habían ido a un crucero de lujo por Europa que los
papás de Marcos habían pagado. Volver a
la Torre Eiffel fue lo mejor del mundo. -Porque no fue lo mismo conocerla en un
viaje de quinceañera que colgada del brazo de tu marido.- Me dijo. Las fotos
eran espectaculares, dignas para estar en la portada de la revista Quién.
Al terminar la milésima anécdota hizo una pausa y tomó un
sorbo de café mientras hacía una mueca que probablemente era un intento de
sonrisa, y antes de que comenzara a contar la siguiente sentí como si el botón
que regula la olla express saliera disparado. No podía seguir escuchando otra
historia de la maravillosa vida de Lola, tenía que parar ésa tortura. La sangre
me subió como lava ardiendo, las manos parecieron cobrar vida propia y mi
cerebro se inundó de una ola gigante, donde la razón quedo sumergida por el
odio.
Salté por encima de la mesa, y comencé a jalarle su corte de
600 pesos, la empujé varias veces contra la mesa, el sillón y luego la pared.
Las dos gritábamos como locas, y de repente un golpe. Luego llegaron enfilados los
puntitos negros hasta quedar en negro total.
1 comentario:
Alguien debió decirle: Corre, Lola, corre.
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