7 sept 2012

ANÉCDOTA 1



¡Sí funciona!, es igualito a una tormenta y así es como se vería en realidad.-Le dijo con tono de voz seria, la misma que usaba siempre que trataba de convencerla de cualquier cosa, especialmente para intercambiar juguetes a cambio de  inventos.

Las cosas siempre fueron así, al menos los años en los que crecieron juntos. Se llevaban exactamente 1 año y 19 días, él era el mayor. Sus primeros años los pasaron jugando durante mañanas y tardes enteras en casa de la abuela, Mama Ito.

Comenzaron la guardería con la maestra Paty, y en el festival del día de la raza él fue disfrazado como cowboy, seguramente porque era pecoso y güerejo mientras que ella fue de china, cualquiera que vea hoy ésa foto se dará cuenta que la idea no le pareció mucho por la trompa parada y el ceño fruncido.

En Kinder entraron juntos a un colegio de monjas. La parte favorita de ella era el delantal de rayas azules y blancas y las estrellitas que iban cosidas a éste, para él fue el patio enorme del recreo, donde podía hacer de las suyas todos los días. A la hora de la salida los recogía Mama Ito y el abuelo, Papa Toño en la camioneta de caja amarilla, la misma que usaba para vender zapatos a Putorreón.

Ésa tarde habían estado jugando, otra vez, a los playmobil de la granja. Tenían los trabajadores, animales, establo, granero, cercas y otras cosas más que habían ido recolectado de aquí y allá para completar el juego. Él como era de esperar era el granjero jefe que daba órdenes a todos los demás mientras que ella aceptaba ser los granjeros trabajadores.

Poco antes de que llegasen sus mamás del trabajo, el güerejo ya se había aburrido y entonces peligrosamente empezó a idear. Fue ahí cuando se le ocurrió la idea de la tormenta, que básicamente era un frasco de gerber, arena y sal. Él se había encargado de recolectar la tierra en el baldío de al lado y ella de tomar prestada poquita sal de la cocina.

Agítalo otra vez si quieres, la verdad está bien padre, ¿A poco  no?. Ella veía atentamente el frasco de tormenta y después su juego de pelotas azul, roja y morada, y viceversa.

En la tarde noche cuando iba rumbo a casa en el bocho blanco con su mamá, le pregunto ¿Y ése frasco May?- Ah pues es una Tormenta que me gané.

Y así fue como de nuevo, ella ganaba un invento mágico mientras que su primo favorito otro juguete más para su ya grande colección. 

1 comentario:

la mis dijo...

Que ternura de historia.

Saludos.